miércoles, 31 de diciembre de 2008

Borrar y Dibujar: ¿cuándo aprenderé pintar?

Pues pensé que antes de empezar un nuevo año sería bueno acabar con lo empezado... estas letras que a continuación vienen las escribí en julio de 2008 pero entonces me sentí demasiado avergonzado para publicarlas aquí porque estaba muy triste, así pues lo dejé olvidado en un rincón de la computadora... ahora digo que las cosas finalmente se ponen en su lugar y pues mejor que aquí se quede antes de que me sienta demasiado tonto para admitir lo mucho que me importaba...


El amor es cosa rara, como esto que dibujé y luego tuve que borrar también:


Draw & Erase

i. sing me


i gotta buch of melodies

my guitar and paperclips

come and take the rest

it's not much but draw it


a song that sing songs

i know it sounds stupid

but you know i'm stupid

and if not, now you know


so sorry for being not honest

but i feel

the city was broken

so i'll stick the pieces


of the streets

and the places

when i wander


i know it sounds crazy but

well, you know i'm crazy


vampires and spiders

my friends

a piano, my drawings

flies, some dishes

i don't need anything

take it all

sell it or burn it


without you

a song that sing songs

i'm a song

that sing songs


of the streets

and the places

when i wander


of the streets

and the places

when i wander



ii. the f song


this

isn't the last song

that

i'm gonna write you

but i'll take this chance to

admit i

thought

that you'd stay

long

and though

i scare your explanations


i...smile


and so, if any day

you

decide

and come back

tell me your secrets

i'll be kind

be gentle and tender

and i'll count your freckles

staring at those to be uncover

especially

cause even though i cried your explanations

and even though you left me


i...can smile

i...can laugh

i see you above and behind

and i wrote this to forgive you

forgive yourself now

i...smile and it's because I love you



iii. who puzzles


kiss me, boy

do it: now

bite my lips

don*t be fool


dum dum dum


turn it on

come and play,

drive the car:

look at me


i'm afraid too

but i*ll stay...


uh uh uh


who*s this guy i kiss

as my heart becomes a ship

what*s this place i see

as his hands wave in the sea


oh oh oh, who?


puzzle me

i*ll clutch you

boy, be kind

sorta love


da da da da da


we can talk

and then snog


lala lala


six *o* clock in the morning

and we*re still


oh oh oh


who*s this guy i kiss

as my heart becomes a ship

what*s this place i see

as his hands wave in the sea


who uh uh

who uh uh

who?



iv. andy


ouh andy andy ouh

why hold on to the past?


and andy was the first to know

but he tried to keep it hidden well

if only he could see himself as others see

if only we all could


ouh andy andy ouh

why don't you say the true?

ouh andy andy ouh

i wish we all could win

andy andy andy

i hope you miss me too


and he said yes too soon

and he said no too late

and he said sorry too much

and he said whatever too

and he said i'm not ready too

and he said i'm crazy


ouh andy andy

you're a fool

andy andy ouh

you're a lier

ouh andy andy

you're an egoist

andy andy andy ouh

you're so selfish

you burned my soul



iv.i praga


quiero que te sepas

dibujado

y retratarte

un color distante

tengo que inventarlo

casi transparente

ver de cerca

los vectores


la fracción

de un momento

y tu espalda

es el plano

trazo pleno

círculos perfectos

y tus manos

escalarme


líneas

una figura

estrecha

perspectiva

marca

la mirada

prospectando

el silencio

ilustrando

manteniendo

el sentido


ya no puedo

escribir no

estirar

mis manos

el rostro

tinta

que perfila

tu sonrisa

perfecta

y

contenida

viernes, 22 de agosto de 2008

más de Mi Cuarto Parlante I


miércoles


la casa me habla

y sabe de ti

cuando de noche sueño

mi pene y la casa...

¡hablan!

cuando de noche pienso

al día me vuelvo

y la pared canta

si duermo canta

sabe de mi

y me vengo

a despertar

sudando...

la cama murmura

y sabe a sal


pero qué dices?

si me tocas

te mato


esta casa canta

y mi cuerpo es instrumento

me quiere tocar

pero

no dejaré

cuando la mañana

venga

la haré ceder 


me turba

y más turba la mano

que abraza esta casa


no puedo dormir

miércoles, 20 de agosto de 2008

Mi Cuarto Parlante I

la silla


ésa silla mecedora

¿cómo aguanta?


en cuatro patas

¿cuántas patas carga?


silla,

¿no te cansas?


un apoyo

o el sostén

necesitas bien,

también


amor de asentaderas

amor y cesación


esta pregunta

no contesta


¿por qué lo que eres,

sólo te permite estar?


cosa

chistosa,

mi bien:

también.


sábado, 16 de agosto de 2008

GABO LAVERN Y SUS CUENTOS DE HORROR (parte 4 de un set de 5)

Luna Lavern (4/5)


El verano es buen momento para renacer. Eso pensaba Luna Lavern y no estaba tan equivocada. Fue el verano el que una vez le arrebató a sus padres en medio de la tormenta y era el mismo que en otro año le había traído a Gabo. Estaba sentada junto a la ventana de su casa tejida de hilos cuando el niño salió de entre los arboles, traía una sonrisa enorme en la cara y parecía venir cantando algo. "¿Por qué tan feliz?", preguntó Luna. Él la miro un momento y entonces dijo, "porque vine a conocerte". Ella se sonrojó como nunca y se enamoró para siempre.


Era una chamaca hermosa, con la piel de canela y una cabellera abundante de rizos que a la luz del sol destellaba un color rojizo. Tenía los ojos como la miel y diminutos como dos mariquitas, su mirada era cálida y de una coquetería inmensa. Llevaba un vestido verde con piedritas de colores por todos lados y unos zapatitos rojos repletos de brillos de lentejuela. Tenía un modo singular de caminar, como si patinara sobre el agua y diera brinquitos repentinos para no caer. Sus manos eran chicas pero hábiles y aunque su voz era un poco ronca, amaba cantar los días enteros y tenía la peculiaridad de componer las rimas y sonidos más extravagantes que jamás Gabo hubiera escuchado. Era una eterna soñadora y transcurría su vida al interior de esa pequeña cabaña junto al riachuelo que por ahí pasaba. Conversaba con todos los animales del bosque y aunque estos nunca le contestaban sabía o tenía la creencia, de que la entendían perfectamente.


Los niños se quedaron un rato contemplándose y luego de miradas ruidosas y silencios contemplativos finalmente se presentaron:


"Mi nombre es Lu... Luna Lavern, ¿tú cómo te llamas?"

"Yo soy Gabo", contestó orgulloso.

"¿Gabo?, ¿sólo Gabo?"

"Sí." Reafirmó él.

"¿Gabo Bogabo... Gabo Gaboga... Gabodogabogodabogado...?", insistió.

"¡No!", exclamó él, puso cara de puchero y se echaron a reír.

"Ven, tienes que ver esto", dijo ella y tomando al escuincle de la mano lo llevó entre arbustos y rocas por las que se deslizaban como pequeños delincuentes.


"!Shhhhh! No hagas ruido que nos van a descubrir". Uno se tropezó y cayó a un charco de agua puerca, el otro se estiró para sacar al primero pero también resbaló y luego para acabarla de amolar les cayó encima un nido de pajaros. ¡Era un escándalo! Se tapaban las bocas para contener las carcajadas. Traían plumas pegadas por todos lados y caminaban cual pingüinos muy agarraditos de la mano. Era el cuadro más absurdo y extraño que los sauces hubieran visto en toda su vida. Las ardillas desde las ramas murmuraban y entre las plantas, el cuchicheo de los grillos también se escuchaba. De pronto la noche los sorprendió y al fin llegaron.


"Espera, es aquí."

"¿Dónde?, preguntó Gabo que no vio nada en ningún lado.

"Ahí...", dijo la niña señalando un montoncito de tierra.

"No veo nada," replicó él con su carita de ojos entreabiertos.

"Ya sé, pero escucha," y ambos se quedaron callados.


"...tuntuuuun,

    tuntuuun...

    tururururu...

    tururururururururú...

    tundu...

    tundu...

    tundu..."


Ese era el sonidillo que de la tierra emergía.


"¿Qué es?", preguntó atónito.

"Es un circo de pulgas y la función acaba de comenzar."

Gabo la miró como diciendo "vaya que está loca" y echó una carcajada enorme que Luna alcanzó contener con sus manos.

"¡Sí, sí es!" le dijo, sacó una lupa de uno de sus bolsillos y se la dio.


El niño regresó a ver -esta vez a través del lente- y no pudo creer lo que tenía enfrente. Había un pianito y violes, tambores, guitarras diminutas, una pista, columpios, carritos, miles de pulgas aplaudiendo y otras tantas brinque que brinque al centro del escenario. De pronto se prendieron cientos de foquitos de colores y fuegos artificiales en miniatura empezaron a saltar por encima del pedazo de tierra que efectivamente era un circo.


"Algún día quizás -agregó Luna- podré llevarte a un circo de verdad." Al niño se le llenaron los ojos de lagrimas y dijo con una sonrisota: "mientras tanto vamos a brincotear como pulgas hasta que amanezca que esto apenas va a empezar" y los dos chamacos se pusieron a saltar como dementes al ritmo que la banda de pulgas tocaba y silbaban un corito que más o menos iba así:


"...uhuhuhuhuhuh

    uhuhuhuhuhuh

    uhuhuhuhuhuh

    uhuhuhuhuhuh

    uhuhuhuhuhuhuhuhuhú..." 


Sin darse cuenta les amaneció sobre las cabezas y el circo fantástico de piojos se había marchado. Se quedarón dormidos abrazados uno al cuerpo del otro hasta que las aves de la mañana hicieron tanto ruido con sus cantos que tuvieron que levantarse. Estaban hambrientos así que regresaron a la casa montados en un caballo morado que pasó por ahí y que se ofreció a llevarlos a cambio de un desayuno. El viaje duró algunas horas porque el caballo era distraído y a menudo terminaba cabalgando en círculos pero no importó, el tiempo fue ideal para que Luna le contará la historia de su vida y para que el niño con los ojos del universo se perdiera en las historias que ésta inventaba.


Luna había llegado de lejos cuando muy chica, sus padres eran una pareja de costureros que hartos de la vida urbana decidieron criar a su primogénita apartada de la polución y la perversión de la que una vez habían sido parte; cuando su madre hizo dedicarse a cantar boleros en los más famosos cabarets del mundo en transición, sí, su madre era André Gaba, esposa de Luis Lavern, quienes habían desparecido en medio de una tormenta una tarde que salieron a recolectar frutas para la cena. El padre, había corrido con suerte ya que un mal golpe lo arrojó al río donde se ahogó sin más, por su lado, la mamá de Luna, habiendo logrado escapar de la tormenta se adentró en lo profundo del bosque hasta no poder reconocer donde se encontraba, un día fue a dar al patio trasero de un casona amarilla en un pueblo distante, donde tuvo un final peor que el de su querido esposo. Así pues, la niña se quedó sola de un día para otro, teniendo que aprender a valerse por si misma y con los hilos que formaban su casa como sus únicos amigos y haciendo del destino su padre y una madre también. 


Por fin llegaron a casa y pudieron entrar a descansar un poco, el caballo se quedó afuera tomando agua y la niña se dispuso a preparar el desayuno mientras Gabo reposaba en una cama, ¡un cama!, tenía tanto sin dormir en una que la amó casi tanto como sintió que empezaba a amar a Luna. El cuartito estaba lleno de cosas maravillosas: cuadros pintados por gente de nombres impronunciables, acetatos, libros llenos de letras que Gabo no entendía... "esto debería traer dibujos" pensó y vio que a la ventana le faltaban cortinas y que el techo estaba descarapelado, el piso era de madera pura pero no tenía chiste. Imaginó todas las cosas que iba a tener que rediseñar y le emocionaba muchísimo la idea de tener un lugar para quedarse ya. Muy lejos de sus pensamientos había quedado la vieja Aurora y las historias de horror que había vivido antes. "Aquí me voy a quedar," pensó ilusionado: "lo demás ya no importa" y en eso Luna gritó "la comida está lista, vengan a comer". El chamaco dio un brinco en la cama y corrió hasta el comedor donde el caballo amigo ya esperaba muy sentado en una de las sillas.


"A comer," dijo Luna y dio la primer mordida a uno de los pancakes que había servido. El caballo que estaba hambriento se comió un plato completo de los dulces panecillos casi de un sólo bocado pero Gabo decidió empezar con el jugo. Entonces, la niña que lento comía preguntó al amigo en cuatro patas: "¿están deliciosos, verdad?, me los obsequió una amable viejecita que pasó por aquí hace unos días, la pobre venía herida y con las ropas desgarradas, le di un poco de comida y  cocí sus vestidos, luego echó en su espalda el carruaje con el que había llegado y antes de partir me obsequió una canasta llena de panes, me dijo que estaban duros pero que con una metida al horno volverían a ser suaves..." El vaso de naranjada que el niño sostenía con la mano cayó al suelo rompiéndose en mil pedazos seguido de un gritó: ¡Aurora!


Efectivamente, la abuela desgraciada recuperó la canasta de pancakes de la escena del crimen misterioso en que había muerto Julieto en la desde entonces llamada Jarrilandia. Cuando la vieja vio su carruaje encima del perro y encontró la canasta a su lado, entendió porque su nieto seguía vivo y por una intuición endemoniada que tenía decidió llevársela pues presintió le serviría más adelante. Y así fue, Aurora se enteró en palabras de la propia Luna de quién era hija, y en razón de una venganza sin sentido y motivada por los celos entregó a su ayudante los panes cuyo relleno contenía veneno y arañas hambrientas en crecimiento.


"¿Quién es Aurora?", cuestionó la pequeña con la voz inocente y cálida que la caracterizaba.

"La vieja... ¡Esa maldita vieja que te dio los pasteles!"


Fueron apenas segundos los que tuvo el niño para relatar su historia cuando de la nada el caballo morado comenzó a convulsionarse por efecto del tóxico. Lo más aterrador fue que casi en el acto, de sus entrañas brotaron decenas de arañas que se lo devoraron en cuestión de minutos cuando este aún estaba medio vivo. Los novios salieron corriendo de la casa con el alma en hecha clavos. 


"!Luna, Luna! ¿Cuántos te comiste?", exclamó Gabo.

"Sólo uno," contestó con el rostro como una piedra.

"Podría ser suficiente, tenemos que ir a que te den algo."

"A unas millas siguiendo el riachuelo hay un curandero que hace pócimas mágicas que todo lo curan" dijo ella en lagrimas. Entonces sacó de una de las bolsas de su falda un pedacito de tela el cual comenzó a desdoblar y siguió desdoblando hasta que tuvo una sabana grande de cuadros de colores con la cual Gabo dibujó un barquito y se echaron río abajo.


Los minutos transcurrían rápido y el niño hacía todo por navegar a toda velocidad entre las piedras que conformaban el camino de agua que los llevaba. Luna yacía amarrada a su espalda con dolores desde lo profundo de la carne, sentía que el mismo infierno se prendía y extendía por dentro y la respiración corta poco a poco la cegaba. En su aluciné cantaba: "Gabo Bogabo... Gabo Gaboga... Gabodogabogodabogado", y se reía y lloraba y repetía una y otra vez, "Gabo, Gabo sólo Gabo... no, Gabo sólo Gabo es muy triste, como un Gabo sin pasado... no Gabo, tú eres mi Gabo, te puedes llamar Gabo Lavern, sí; ¡Gabo Bogabo... Gabo Gaboga... Gabodogabogodabogado no! ...Gabo Lavern."


Él la abrazaba y escuchaba los violines de mil canciones en su cabeza y el corazón que parecía se le iba a salir se le partía a tajos con cada palabra susurrada. Sus ojitos no eran capaces siquiera de reflejar el agua que a cuenta gotas se le escapaba y rasgaba también su rostro hermoso. Jamás había sentido tanto miedo en su vida y cada que la niña le preguntaba "¿ya llegamos?" éste decía "ya casi" con la voz entrecortada que salía de la garganta suya que era un nudo. No quiso voltear a ver y sólo escuchaba a Luna en su desvariar que a medida que se aproximaban adónde el curandero se hacía menos insistente. Cuando tuvo fuerzas para mirar hacia atrás y decir; "ya llegamos" lo único que vio fue a su amada aferrada a su espalda convertida en estatua de invierno.


"¿Luna?", dijo el pequeño con voz quedita.

"¿Luna...?", repitió apachurrandole las manitas, "ya llegamos." Pero la niña nunca más habló. Estaba muerta.


Nunca en toda su vida, Gabo pudo explicar el dolor que sintió en ese momento. Tomó a la niña de sus sueños en su brazos y como piezas de rompecabezas que un día se encuentran y deciden juntarse se quedaron pegados una noche entera. Lloró tanto el chamaco que el pequeño riachuelo por el que habían llegado se convirtió en un río gigantesco de una corriente incontrolable que inundó el bosque matando a cientos de animales. A la mañana siguiente, recojió el cuerpecito de Luna y lo enterró cerca del espectáculo de las pulgas aquellas para que la música circense la arrullara y así pudiera descansar por siempre. Tomó el barco de tela que hizo antes, un silbatito que encontró en el bolso de la pequeña y se echó al río, el cual lo llevó lejos muy lejos de aquel lugar adónde a partir de entonces todo mundo lo conocería con el nombre ilustre de Gabo Lavern.

martes, 22 de julio de 2008

GABO LAVERN Y SUS CUENTOS DE HORROR (parte 3 de un set de 5)

El Destino de Julieto 


Doce lunas llenas pasaron antes de que Gabo volviera a tener noticias de Julieto y las travesías mágicas que vivió después de la huida desesperada que los había separado, pues los murciélagos que cargaban al niño por los aires aquella noche en que se quemó Oberón; le habían jugado una broma pesada y abandonado en un risco lejano del cual tuvo que descender con cautela y apoyado por una escalera gigantesca hecha de ramas secas y un montón de piedritas que le tomó meses recolectar ayudándose únicamente por un millar de hormigas negras que vivían bajo la piedra que tuvo por cama todo ese tiempo.


Julieto a diferencia, no la había pasado mal pues tras correr y después caminar por días y noches enteras y de que se le acabará el río en que los amigos habrían de encontrarse, llegó a un bellísimo cañón habitado por perros nada más. Los había de todos colores, razas, sexos y tamaños -aunque predominaban los de características miniatura. Era un lugar con el que cualquier canino hubiera podido soñar; con montones de baños al aire libre y cuevas oscuras en exceso para abrigarse del frío o simplemente disfrutar de un momento a solas. La comida, que se podría suponer sería un problema era el recurso más abundante del que gozaban, había árboles de todas las frutas del bosque y del campo y de la selva... todas conviviendo en un mismo clima, albergando deliciosos roedores, pequeños reptiles e insectos de una variedad harta. Cuando el perro vio ante su ojos de rana el maravilloso mundo que se abría ante él quedó atrás el recuerdo de las desventuras con la abuela malvada y su único lazo con lo que alguna vez conoció era la canasta de pancakes duros que celosamente su amigo humano le había encargado.


Fue sólo cuestión de minutos para que una vez entrado en el cañón, Julieto consiguiera un lugar para echarse y descansar. Dicen algunos que durmió cuarenta días antes de poder levantarse y echar raíces. Estaba exhausto pero luego de su hibernación, lo primero que hizo fue sembrar el campo y se juntó con trece cachorras de diferentes razas teniendo de una sola vez, setenta y tres hijos, a los cuales no hubo tiempo de nombrar. Al primero que salió le puso Jarro, a la que por poco muere al nacer la nombró Jarra y a un despistado más que llegó sin avisar, Jarrón. Los otros setenta hermanos se llamaron Julietos: Julieto I, Julieto II, Julieto XXI y así consecutivamente hasta el último, al cual ingeniosamente llamó Julieto El Último. Parecía tan absurdo pero en realidad era complejísimo. Las perritas esposas tenían nombres simpáticos también y ese siempre fue otro dilema pero eso no es importante sino lo que vino después.


Una mañana, un niño de ojos como el cielo descendió en el cañón desde la montaña más alta montado en una escalera improvisada. La sorpresa de la comarca canina fue inmensa al verle y hubo hasta un perro que otro que del miedo se orinó. Cuando el niño puso el primer pie sobre la tierra los sabuesos más bravos ya estaban dispuestos a atacar pero entonces se le ocurrió preguntar: "¿alguno de ustedes ha visto a mi amigo Julieto? ...es un perro chistoso con orejas de chango..." y soltó una sonrisota adorable que encantó a todos. Y no eran precisamente las chapitas rosadas de los cachetes blancos de Gabo las que lo habían salvado de ser devorado sino ese don envidiable de poder comunicarse con los animales. Era algo que nunca habían visto los perros o que no sé habían dado el tiempo de averiguar antes y que los tenía hipnotizados.


"Gabo, ¿acariciarías mi lomo?" dijo un cachorro.


"Señor Gabo, ¿puedo lamer sus manos?" insistía otro ya más viejo.


"Gabo, ¿eres un perro también o por qué puedes hablar con nosotros?" cuestionó una perrita de color morado que se había acomodado en su regazo.


Fue tal la algarabía por el chamaco que el día entero pasó conversando. Después de todo, las hormigas con las que había convivido por un año no eran las mejores conversadoras. Ellas puro trabajo, puro trabajo puro. A la mañana siguiente, cuando finalmente tuvo a su viejo camarada Julieto frente a sus ojos, estaba muerto de cansancio así que se acurrucó en la panza del semental y se quedó dormido una semana. ¡Se había vuelto tan perezoso desde que conoció a las hormigas que cuando dormía no había poder humano que lo despertara!


A unos días de ahí, en medio de un calor del demonio y seguida por una manada de gatos salvajes fue como reapareció Aurora; jalaba ella misma el carruaje en que llevaba sus preciados vinos y los gatos que una vez la habían salvado de la hoguera ahora la perseguían por el valle como guiados por el diablo. Resultó que en aquel tiempo cuando lo del incendio en Oberón, la abuela se sumergió en un bosque enorme donde vagó junto con los felinos por semanas que se convirtieron en meses hasta que un buen día encontró una comunidad habitada sólo por gatos donde al fin pudieron descansar. Lo malo fue que la abuela estaba tan hambrienta tras de semanas de ayuno que se comió a uno que otro gatito de los que vagaban por ahí y esto desde luego enfureció al pueblo sin contar que sus gatos lacayos habían relatado el suplicio por el cual los había hecho pasar tirando del carruaje sin dejarlos descansar.


Total que los gatos que no eran nada tontos atendieron a la vieja con una amabilidad grandiosa y esa misma noche mientras ella dormía entró en su dormitorio un comando de felinos dirigido por un tal Leopoldo Malacara quien ordenó atar a la anciana y llevarla en su carruaje junto con los vinos, prenderle fuego y una vez encendida arrojarla por algún acantilado. !Eran malos esos gatos! 


Todo se hizo acorde al plan. Mientras Aurora dormía le dejaron caer una piedra sobre la cabeza y una vez inconsciente la amagaron y subieron al carruaje; iba acompañada al menos de unas cuarenta crías de gato que tuvieron la tarea de arañarla todo el trayecto pero Aurora era tan vieja y su piel tan arrugada que parecía plástico y las garras de los gatitos sólo le provocaban cosquillas así que en lugar de seguirla haciendo reir se pusieron a morderla pero tenía tan mal sabor que varios animalitos se intoxicaron en el momento. Hubo entonces que ser más drásticos y decidieron ponerla a jalar el carruaje. La amarraron un poco de todos lados, le pusieron un collar y entonces los gatos tiraron de ella mientras Leopoldo Malacara la azotaba sobre sus hombros. 


Algunas aves que pasaron volando y presenciaron el viaje, encontraron la imagen perversa e inhumana pero sólo le estaban dando el mismo trato que ella les había regalado antes, por lo que dicho y hecho ya estaban a manos. Así pues, el castigo se prolongó el mismo número de semanas y luego meses, que le había tomado a la vieja llegar a la comarca de los gatos y cuando al final salieron del bosque se encontraron cerca del cañón donde Julieto ahora tenía una vida nueva y Gabo dormía la siesta ese día. Lastima que los gatos tuvieron un momento de debilidad y dejaron descansar a la abuela, la cual no dudó un segundo y hábil logró desatar sus garras y patas de los lazos ya gastados con que la sujetaban. Mientras la manada de gatos gozaban de un baño, Aurora tomó las riendas del carruaje otra vez -porque no podía dejar su vino- y comenzó a correr. Los gatos enfurecidos fueron detrás ella pero el cañón ya estaba demasiado cerca y de pronto el piso se les acabó.


Abajo, Gabo tenía un ratito de haberse despertado y andaba recolectando fresas para Julieto que seguía dormido quizá por el cansancio de haber tenido al niño recostado en la barriga una semana entera. Fue por eso que nadie advirtió a tiempo lo que pasaría, sino que unicamente se escuchó el golpe y entonces ya era demasiado tarde. La maldita abuela junto con su carruaje habían caído sobre el perro de los setenta y tres hijos matándolo casi instantáneamente y a su alrededor todos los gatos esparcidos como mermelada formando un círculo de viseras y pelos necios. Cuando el niño volvió, la vieja había huido, por lo que nunca supo exactamente que pasó e incluso llegó a pensar que todo era su culpa. Había pasado tanto tiempo recostado sobre el estomago de su amigo que quizá este se detuvo y una vez dejando de funcionar Julieto no pudo digerir más y tarde que temprano se ahogó con algo que comió; esa era una de las hipótesis de Gabo que envuelto en llanto contemplaba al perro más raro que alguien antes hubiera dibujado. Se sintió tan culpable que tuvo que hacer algo para reparar el daño.


Jarrilandia fue el nombre con el que Gabo bautizó a la ciudad de los perros. Su talento imaginativo y de proyección de las formas y el color le sirvieron entonces para diseñar algo así como una feria para que los hijos de Julieto y todos los caninos del cañón pudieran vivir felices y de este modo reparar lo que pensaba había fracturado. Dibujó y pintó toboganes a lo largo y ancho de las dos montañas que conformaban el plano, acondicionó los arboles para que estos siempre dieran sombra y sirvieran también como trampolines para ir de un lado a otro. Puso escaleras, trazó puentes, esparció arena y acondicionó playas de lodo, había sube y bajas, una montaña rusa, elevadores y edificios forrados de peluche para pasar las noches bien abrigados.


Era una cosa hermosa y difícil de describir lo que el chamaco hizo con el hogar de los perros pero su cabeza loca lo había previsto todo y aún no estaba satisfecho. La última tarea del niño fue diseñar tenis para todos. Sí, pensó que diseñar zapatos tenis sería de gran utilidad ya que de ese modo no sólo andarían más cómodos los cachorros en su nueva casa sino que de igual modo se evitarían fracturas, pisotones y peripecias de ese tipo que entre caninos son tan comunes. Después los tenis tuvieron tanta popularidad entre los animales de la región que Gabo se quedó un año completo en el bosque calzando a todo animal que se lo pedía. Sintió pues que el destino de Julieto había sido convertirlo en un gran diseñador de la vida pues a partir de ese momento sus ojos no volvieron a funcionar del mismo modo. Iba entre los árboles, arroyos y montañas corrigiendo o reconstruyendo todo aquello que creía inconcluso o que necesitaba arreglo. Su vida entonces comenzó a llenarse de colores y a formarse como un cuento donde los dibujos y sonidos provocaban emociones con la magia de sus ilustraciones.